Mitos y falsas creencias
Hay una serie de creencias referentes a la presencia física de una adolescente embarazada escolar y su contacto con otras adolescentes escolares no embarazadas.
Una primera objeción se basa en la imagen de la "manzana podrida" o de la "rama infectada", que es necesario cortar. Este primitivo concepto, aplicable a la agricultura y a la era miasmática de la enfermedad en los seres humanos, es de discutible aplicación a los seres humanos desde el punto de vista de las ciencias sociales. Que el embarazo cunda como epidemia en un colegio por el hecho de tener dos o tres embarazadas por curso no ha sido demostrado en ningún estudio serio y sólo son historias anecdóticas de los adultos que no están preparados para enfrentar el problema. Se incluyen educadores, otros profesionales y padres de familia con inadecuada información y temor por sus hijos, con los cuales la comunicación es seguramente muy deficiente.
Curiosamente, esta creencia se da en los medios socioeconómicos altos con más frecuencia que en los bajos. Fenómeno asociado a la respuesta social cultural del "qué dirán" y de la menor aceptación del embarazo en la soltera por la sociedad de poder económico que por la más desvalida, donde el embarazo en estas circunstancias es más aceptado. Es un problema cultural negativo muy profundo que obedece a otras raíces y que es necesario considerar en las soluciones, pues no cambia por decreto.
En la extensión al ser humano de este concepto, corresponde el castigo al pecador. En este caso, a la embarazada-soltera, que es la imagen misma del quiebre de una norma de la sociedad. La interpretación sería que ningún pecador puede salvarse y que el castigo debe incluir el producto de la deshonra, el recién nacido que no pidió venir a este mundo. No cabe la menor duda que esta forma de pensar es irracional e inhumana y falta de los principios cristianos más elementales.
Una segunda creencia se refiere al mal ejemplo que una adolescente escolar daría a sus compañeros. Es la actitud de proteger a la sociedad de un "escándalo". Frente a esta situación aparece el doble discurso. "No importa cómo actúes, lo importante es que no se sepa".
En estas circunstancias, la adolescente escolar que interrumpe su embarazo con un aborto clandestino voluntario no tendrá objeciones para la integración en el grupo. No es un mal ejemplo mientras no se sepa. La que hace una decisión de muerte es protegida y la que hace una decisión de vida es acusada. La lógica del doble discurso mantiene las formas de la sociedad.
Para el adolescente escolar que embaraza, sin embargo el mal ejemplo tiene diferente connotación. Si la adolescente a la cual embarazó no es del mismo colegio, aunque se sepa o sospeche que él es el progenitor, constituye un mal ejemplo en términos relativos. Lo que para ella constituye un baldón, para él casi llega a ser un galardón. La diferencia la hace el útero, que llega a 32 centímetros de altura.
En el post parto la responsabilidad que toma un adolescente como padre se enfrenta a la mofa de sus compañeros, que lo consideran un tonto o un engañado, y a la falta de cooperación de sus propios padres que en la mayoría de los casos consideran que "una muchacha suelta lo engañó". En nuestra experiencia en CEMERA vemos con inusitada frecuencia la repetición de los embarazos en diferentes alumnas por un mismo adolescente varón considerado como "muy macho".
Los que usan el argumento del mal ejemplo no dudan en discriminar en contra de una adolescente, expulsándola del colegio aunque ella desee y sea capaz de continuar. Sin embargo, la misma fuerza no se utiliza para reclamar por la violencia, las imágenes de muerte, a que hemos estado expuestos, y que se nos repiten cada día en los medios masivos de comunicación. Paradojalmente, una decisión de vida en circunstancias tan adversas es condenada.
En este punto, es importante preguntarse si realmente una escolar embarazada es un mal ejemplo. La experiencia nos dice que una adolescente escolar embarazada con salud mental normal, NO recomienda que otra haga lo mismo que ella.
Apenas experimenta la realidad no esperada y siente el abandono de su pareja y el impacto en sus padres y compañeros, se convierte en la primera comunicadora para que otras adolescentes no repitan la experiencia. De hecho, son abundantes las referencias que recibimos en CEMERA de adolescentes con riesgo de embarazo enviadas por otra adolescente embarazada o ya madre. Por lo tanto, el problema es de los adultos que no saben manejar el problema o de sus barreras culturales que recomiendan ignorar los conflictos antes que asumirlos.
También cabe preguntarse si realmente cuando ocurre un embarazo en una escolar, ¿No será el momento de reflexionar acerca de la Educación Sexual y de introducirla en los maestros y familias como parte integrante de la enseñanza para la vida?.
Una tercera creencia se refiere al riesgo de que otras adolescentes repitan la experiencia al estar en contacto con la compañera embarazada.
Esta hipótesis es muy poco posible que pueda ser demostrada, pues los mecanismos y medios de comunicación son de tal magnitud que siempre se conoce del caso específico y de sus motivaciones o causales por las cuales se produjo un embarazo. Parecería más lógico pensar que en presencia de un accidente que conlleva tantos problemas, como los que debe enfrentar una adolescente escolar embarazada, sea un ejemplo para no seguirlo.
Si la comunicación vivencial de la escolar embarazada, y la mayoría de las veces abandonada, es captada en toda su realidad, es muy difícil imaginarse que una adolescente con familia sana y con adecuada educación valórica y conocimientos sólidos de la biología básica, se transforme en una copiadora e interprete a su compañera de 12 ó 17 años embarazada como un modelo ideal.
En la alternativa de que este fenómeno se diera, el problema tendría una mayor gravedad que la esperada, pues traduciría una tremenda debilidad de las barreras familiares y sociales, al no ser capaces de absorber el embarazo de una adolescente que decide tener su hijo. No cabe la menor duda de que si otra adolescente copia el modelo será la consecuencia de problemas previos que esa escolar ya tiene, y que necesariamente se relacionan con su modelo familiar y no con su compañera embarazada.
Modelos alternativos
La lógica recomienda que si una adolescente se embaraza no pierda el derecho al estudio y que se la trate sin discriminación. La continuidad de sus estudios regulares sólo debería estar condicionada al deseo de la escolar embarazada y de su familia o por razones de salud. Sin embargo, hay barreras culturales a la aceptación de este modelo y pasará algún tiempo antes de sobrepasar este conflicto.
En el intertanto deberían existir varias alternativas para asegurar la continuidad de las escolares embarazadas en el sistema regular de estudios. Estos modelos se pueden resumir en la siguiente forma:
- Continuidad en el mismo colegio donde estaba estudiando. Sin embargo, puede haber factores que hagan más difícil la estadía de la adolescente en el mismo establecimiento y sea necesario buscar otra alternativa.
- Continuidad en colegios que acojan sin problemas a las adolescentes embarazadas, donde además hay adolescentes de ambos sexos sin embarazos. Este modelo tiene la ventaja de no producir incomodidades innecesarias a la escolar ya en difícil situación.
- Colegios de enseñanza especial donde se concentren las adolescentes embarazadas, sin perjuicio de que otros escolares de ambos sexos decidan continuar sus estudios en ese colegio. Aunque podría interpretarse a este tipo de establecimientos como un ghetto, habría que examinarlos desde otro punto de vista, especialmente si las otras alternativas también coexisten.
Como ventaja estaría que el curriculum sería dirigido especialmente a las embarazadas con una verdadera enseñanza para la vida en la cual la educación sexual es parte integrante. Además incluiría las enseñanzas referentes al cuidado del embarazo y a la puericultura. Los roles de la familia deberían ser parte integrante del curriculum, incluyendo a la pareja y su familia.
Como muchas adolescentes tendrán a su hijo cursando el octavo año básico, primero o segundo medio, éstos tendrán 3 ó 4 años al momento del egreso. Este hecho significa la necesidad de contar con salas-cunas para el cuidado integral de las adolescentes-escolares-madres y de sus hijos, como asimismo la implementación de un jardín infantil prekinder y kindergarten. Los niños podrían continuar en el mismo colegio si así lo desearan. Es fácil pensar que al cabo de algunos años la enseñanza de esos niños sería muy integral y dando las posibilidades de un seguimiento más acucioso para prevenir los abandonos y prestar servicios de salud necesarios para madres y niños.
En resumen, es necesario considerar una variedad de posibilidades con el fin de abrir las alternativas a poblaciones con diferentes tipos de respuestas culturales y manteniendo el respeto a los derechos de la familia y de las personas.